Acabo de leer la propuesta de Julio Anguita para la creación de un Frente cívico, una idea que me lleva a recordar los primeros días que siguieron a ese despertar colectivo llamado 15M. Aquel suceso nos llevo a visualizar y por tanto instalar en nuestra conciencia individual y colectiva la esperanza de que una acción ciudadana transversal y autónoma pudiera ser contrapeso de los poderes dominantes, imponiendo alternativas a las políticas actuales con la fuerza del colectivo y la razón. Esta percepción creo que sigue siendo el motor del cambio que vendrá. Sin embargo, supone desafiar la narrativa dominante que nos dice que todo movimiento de masas tiende inextricablemete a devenir intelectualmente bruto o instrumentalizado por intereses particulares. Un año de participación el el 15M me ha dejado la impresión que hemos alcanzado a rebatir el segundo de los supuestos pero aún nos queda por encontrar la expresión de una inteligencia colectiva. Tal inteligencia colectiva debe ser capaz de determinar sus fines y diseñar la estrategia que lleve a la consecución de dichos fines y debe estar articulada con una buena organización y nutrida por la reflexión.
Esto es más o menos lo que viene a proponer Julio Anguita, que insiste en que no será candidato ni candidato público, sino defensor y promotor de este proyecto gracias a su condición de personaje público. Suena como mínimo chocante que el ex-líder de IU y veterano militante del PCE se presente como cabeza de una iniciativa interclasista. Con todas las cautelas posibles, su propuesta refleja la necesidad y la urgencia de una respuesta cívica ante el profundo deterioro institucional, ante la incapacidad y la impunidad política y ante las políticas económicas bastardas. Pronto tendrán que aclarar si esta opción incluye presentar o apoyar candidatos a las elecciones pues la estrategia electoral sigue siendo la fuente de la discordia. También profundizar en medidas económicas concretas tiene el inconveniente de que tienden a separar a la gente según su ideología.
En la noche de insomnio del día 23 de mayo de 2011, al día siguiente de las elecciones autonómicas y tras una semana de movilizaciones masivas en Sol, se me ocurrió una idea para desvincular la fuerza de la movilización colectiva de la división que provoca definirse electoralmente y a la vez hacer palanca para imponer programas a los partidos. Esa noche no me podía creer que ese despertar regenerador no se tradujera en un cambio de actitud electoral, al comprobar que listas llenas de corruptos, como el Gobierno valenciano por poner solo un ejemplo, revalidaban sus mayorías. Fue entonces cuando se andaba a cuestas con los 8 puntos de Democracia Real Ya o el el consenso de las 4 líneas de debate en Sol. Con el tiempo se ha escuchado más a los que quieren cambiar la economía para cambiar la política, yo sigo creyendo que hay que cambiar la política para cambiar la economía. Aún riesgo de quedar como un iluso hoy me parece el día para desempolvar las ideas de aquellos días por que me siguen pareciendo igual de necesarias pero aún más urgentes.
La propuesta: